miércoles, 19 de septiembre de 2012

Yo, Morlock #16: Quimeras Reales


"No soy el primero y con seguridad no seré el último entre los españoles que piensa que en la difícil coyuntura económica, política y también social que atravesamos es imprescindible que interioricemos dos cosas fundamentales.

La primera es que solo superaremos las dificultades actuales actuando unidos, caminando juntos, aunando nuestras voces, remando a la vez. Estamos en un momento decisivo para el futuro de Europa y de España y para asegurar o arruinar el bienestar que tanto nos ha costado alcanzar. En estas circunstancias, lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas, alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas. No son estos tiempos buenos para escudriñar en las esencias ni para debatir si son galgos o podencos quienes amenazan nuestro modelo de convivencia. Son, por el contrario, los más adecuados para la acción decidida y conjunta de la sociedad, a todos los niveles, en defensa del modelo democrático y social que entre todos hemos elegido.

La segunda es que, desde la unión y la concordia, hemos de recuperar y reforzar los valores que han destacado en las mejores etapas de nuestra compleja historia y que brillaron en particular en nuestra Transición Democrática: el trabajo, el esfuerzo, el mérito, la generosidad, el diálogo, el imperativo ético, el sacrificio de los intereses particulares en aras del interés general, la renuncia a la verdad en exclusiva.


Son esos los valores de una sociedad sana y viva, la sociedad que queremos ser y en la que queremos estar para superar entre todos las dificultades que hoy vivimos".

Este es el texto de la última carta que S.M. el Rey Don Juan Carlos I ha publicado, imagino, en un vano intento de calmar los ánimos tras la multitudinaria manifestación del 15-S, el regocijo popular ante la dimisión de Esperanza Aguirre y la próxima convocatoria para el 25-S. Sin duda, nuestro monarca en esta ocasión no se encuentra lleno de orgullo y satisfacción, sino que trata de manipular al pueblo vilmente y de una forma bastante burda. Este personaje cuyo cargo no ha sido elegido, sino que nos vino impuesto por un dictador, Francisco Franco, piensa que con sus "mensajes de navidad" y alguna mamarrachada como esta o su recién book fotográfico logra manipular la opinión de los españoles y ponernos a comer en su mano.

No debemos olvidar que un régimen político dirigido por un Jefe de Estado con cargo vitalicio y hereditario no es la mejor forma de gestionar una democracia moderna. Los reyes gobernaron en tiempos pasados bajo la premisa de que su autoridad venía de Dios, hoy en día, la autoridad que puedan poseer reside más en la tradición y en una clase política vendida al mejor postor. Este cabecilla de una familia numerosa cuyos viajes, vacaciones y palacios costeamos todos los españoles, debería recordar que en un estado democrático, la soberanía reside en el pueblo. Y es el pueblo el que está clamando al cielo, a voz en grito, harto ya de tanta corrupción, de tanta plutocracia, de estar gobernados por unos hombres que responden ante los intereses económicos de los ricos y poderosos, que se venden a los mercados y los caprichos de la líder de una nación que ya ha llevado al mundo a la guerra en 2 ocasiones.

Todos recordamos aquel famoso "¡Porque no te callas!" dirigido a Chavez. En esta ocasión, el grito debe proceder de las gargantas de los ciudadanos, de todos los españoles que estamos hartos de maniobras pueriles de manipulación como esta, de un rey que no representa a los habitantes de esta nación, de un monarca que está por encima de la ley y que extiende su inmunidad a su familia.

Los españoles, todos los que nos manifestamos, los indignados, los que estamos hartos de esta situación, no perseguimos quimeras, perseguimos la verdad, la igualdad, los derechos humanos y del ciudadano. Lo que es una quimera es el creer que vamos a seguir callados, sumiso, dispuestos a aceptar los abusos de poder, las maniobras de incompetencia política y los excesos contra el pueblo. Esas son las quimeras que S.M. debería denunciar. Sin embargo calla, y cuando habla lo hace en favor de los poderosos, de los que nos gobiernan como si esta nación fuera su cortijo particular, su feudo privado en donde hacer y deshacer a gusto cual señores feudales.

S.M. Don Juan Carlos, abra usted los ojos y abdique. No nos representa, no nos gusta y no nos tragamos sus mentiras y absurdos. Retírese de una vez y deje que seamos los españoles los que decidamos si queremos seguir bajo una monarquía o preferimos instaurar la 3ª República

2 comentarios:

  1. PLAS PLAS PLAS

    Nada más que añadir, totalmente de acuerdo contigo. Por más que salgamos a la calle, da igual, a los de arriba les da igual. ¿Sabes lo que más me jode? Que en las manifestaciones, te dejan un rato y luego "alguien" decide que ya está bien y desalojan, pero cuando hay partido en el Bernabéu, cortan la calle, hay un despliegue policial impresionante, y, si ganan, celebración por las calles... Todo son facilidades cuando el rebaño celebra algo, pero cuando somos pensadores, cuando somos libres... todo son pegas.

    Y lo peor, es que lo que te comento del fútbol, lo veo cada vez que hay partido porque trabajo al lado.

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    1. Sí, es curioso como cuando hay celebración por una victoria futbolística, se permiten todos los desmanes y muestras de vandalismo habidos y por haber. Da igual si se cortan las calles, si se obstaculiza la libre circulación del tráfico o si se molesta a los vecinos. No importa si los celebrantes se emborrachan, gritan, suben a monumentos públicos o nos ilustran con otras muestras de falta de civismo.

      Sin embargo, cambia la cosa si es el pueblo el que sale a la calle para protestar contra los abusos de poder, los ataques salvajes contra el Estado de Bienestar, contra la dignidad de las personas. En ese caso, hay que dejarles la ilusión de que se respeta el derecho de reunión y el de manifestación durante un rato, hasta que, como bien dices, se decide que ya estorban. En ese caso, la policía nos ha dado muestras de que no tiene problemas en usar fuerza excesiva en un alarde de brutalidad innecesaria.

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