Año: 2014
Autor: Emilio Bueso
Género: Terror
Sinopsis:
«La ciudad de los muertos» de El Cairo no es
un barrio cualquiera, sino el cementerio más
grande del planeta, un colosal océano de huesos
en el que viven cientos de niños abandonados y en
el que acaba de instalarse el emisario de unas fuerzas
más antiguas que el hombre, las arenas del desierto y las
órbitas caprichosas que trazan los astros en sus ciclos de locura.
Esta es la historia de un plan para arrasar el mundo, de una llave de plata escondida en una tumba de Barcelona, de un viaje en coche hacia de los límites la cordura… y de cinco miserables que intentarán frustrar los designios del primer motor del caos, de la antítesis de la creación, del necio sultán de los demonios, del que roe, gime y babea en el centro del vacío final.
Esta es la historia de un plan para arrasar el mundo, de una llave de plata escondida en una tumba de Barcelona, de un viaje en coche hacia de los límites la cordura… y de cinco miserables que intentarán frustrar los designios del primer motor del caos, de la antítesis de la creación, del necio sultán de los demonios, del que roe, gime y babea en el centro del vacío final.
Crítica:
Extraños Eones es una novela de terror que ofrece el particular punto de vista del autor sobre los Mitos de Cthulhu. El lenguaje con el que está escrito es duro, y se maneja con una narrativa fluida con la que narra una trama que tiene como protagonistas a un grupo de niños de la calle que malviven en "La ciudad de los muertos" de El Cairo. La vida de estos chavales se retrata con una crudeza directa y sin ambajes, sin edulcorar la situación en la que viven. Pese a la sinopsis, el eje de la trama en la que se ven implicados contra su voluntad los protagonistas no es otro que Nyarlathotep, que, bajo su máscara de Faraón Negro, está dedicándose a secuestrar niños para uno de sus ignotos planes. La lectura es interesante, y la premisa y su desarrollo son muy acertados, versionando la historia del Flautista de Hamelín en El Cairo y bajo motivos muy siniestros.
Sin embargo, la novela tiene una serie de puntos negativos que le restan la calidad esperada de alguien a quien se considera llamado a revolucionar la literatura de terror española. Parece que nos encontramos ante un nuevo Brian Lumley, autor que demuestra su maestría en el terror, pero que flaquea al retratar los Mitos de Cthulhu. Para empezar, el título, Extraños Eones, parece elegido única y exclusivamente para llamar la atención con un meme lovecraftiano, ya que a lo largo de la trama no se hace referencia a los extraños eones en ningún momento. Un título como "El flautista de El Cairo", por ejemplo, habría resultado más acertado, aunque carezca del efecto llamada del elegido. Este postureo a la hora de elegir el nombre de la novela es tan sólo el primero de los aspectos negativos que reducen el nivel de lo que podría ser una magnífica visión de los Mitos.
Lo siguiente que encontramos es un capítulo que puede calificarse como de relleno (aunque no es lo único que entra en esa categoría), en la que Nyarlathotep visita la Corte de Azathoth. Y aquí nos encontramos con que el autor ha hecho un Brian Lumley: tal vez basándose en el Lovecraft más dunsaniano, no parece acabar de comprender la inmensidad cósmica que representa Azathoth, el dios último, el más poderoso y terrible de los Dioses Exteriores, el Caos Nuclear que gira y danza al ritmo de flautas en el centro del universo. Azathoth es una entidad tan superior, tan inmensa e inalcanzable, a una escala cósmica, que resulta en lo que podríamos catalogar sin lugar a dudadas como DIOS. ¿Qué es para el la humanidad? Menos que una ameba para un hombre. ¿Qué significa para él nuestro planeta? Menos que un grano de arena en una playa al otro extremo del mundo para un hombre. Pero no se limita solo a eso, sino que abusa de la personalización de esta supraentidad cósmica al interpretar demasiado literalmente las atribuciones de "caos ciego e idiota" que hace Lovecraft del mismo. ¿Resultado? Un capítulo que no aporta nada a la historia y que si se retira no se pierde nada, incluso haría ganar enteros a la novela.
A continuación tenemos una subtrama ambientada en Cataluña, con una pareja española que ha recibido una herencia muy extraña: una tumba anónima en un cementerio. De esta manera se inicia una subtrama que acaba por entroncar con la principal con la visita de esta pareja a El Cairo, tratando de desentrañar el misterio que rodea a la herencia. Interesante, bien desarrollada, hasta que se interrumpe sin solución de continuidad y nos quedamos con una trama cuyo peso específico ha sido mínimo. El autor podría haber utilizado algún otro recurso, sin salirse de la trama principal para obtener el mismo resultado que otorga la subtrama: un giro argumental que queda como un intento de "deus ex machina" algo torpe por la dejadez con la que se libra de los personajes que, rápidamente, se vuelven irrelevantes.
El tercer punto negativo se desarrolla al final. Según como se va avanzando hacia el desenlace, el lector asiste al final de una serie de hilos que encaminan hacia un destino concreto y que nada parece poder evitar. Nos vamos a encontrar con una trama que no parece fácil de detener o alterar, y que, fiel al estilo de la novela, atrapa al lector deseando ver si, finalmente, los niños lograrán frustrar los planes de Nyarlathotep pese a las dificultades que se les plantean. Sin embargo, una vez más, el autor cae en un desliz argumental, un giro final torpe y que rezuma el aroma de un "deus ex machina", sin acabar de convertirse en uno. A esto hay que añadir el uso descuidado de otro meme lovecraftiano, como es una llave de plata, y el cliché de la alineación estelar para completar la ceremonia que prepara el villano.
Pese a que para un conocedor de los Mitos, particularmente si tiene una sensibilidad purista, y un lector sagaz y con ojo crítico avezado estos fallos destacados resulten dañinos y resten categoría a la que podría ser una magnífica revisión actual del legado lovecraftiano, la novela es fluida y amena. Por eso, teniendo en cuenta el estilo a lo Brian Lumley del autor, el lector puede llegar a disfrutarla pese al sabor agridulce de los aspectos ya reseñados.
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