Según la tradición y la costumbre de la cultura occidental, todos los años por Navidad, durante la noche del 24 al 25 de diciembre, un personaje legendario conocido como Papá Noel, Santa Claus, San Nicolás, Viejito (o Viejo) pascuero entre otros nombres, trae regalos a los niños.
Cuando el cristianismo se vio en la necesidad de maquillar el antiguo mito solar del solsticio de verano, que formaba parte de muchas otras culturas y religiones anteriores, se optó por difuminarlo mediante la presencia de una figura de origen cristiano, el santo de origen griego San Nicolás. Conocido como San Nicolás de Myra (en oriente, por su lugar de fallecimiento) o San Nicolás de Bari (en
occidente, por el lugar donde fueron trasladados sus restos), era un obispo que vivió en el siglo IV en Anatolia, en los valles de Licia (la actual Turquía). Durante la Edad Media fue objeto de gran veneración, que ha perdurado en forma de sus reliquias en la basílica de San Nicolás, Bari, Italia, y mediante los más de dos mil templos que se le han dedicado por todo el mundo, como la con-catedral de San Nicolás, en Alicante.
Nicolás ya desde niño era un hombre de temperamento piadoso y generoso. Tras la muerte de sus padres, quienes lo educaron en la fe, heredó una gran fortuna que gastó por completo en beneficio de los más necesitados. Se trasladó a vivir a Myra, donde fue consagrado obispo. Según la leyenda, los sacerdotes y obispos no se decidían por quién sería el próximo en ocupar el cargo, ya que el anterior obispo había fallecido. Como no lograban llegar a ningún acuerdo, decidieron entregarlo al primer sacerdote que entrara en el templo, que fue Nicolás de Bari.
Participante del Concilio de Nicea, para combatir los errores utilizaba una gran dulzura, logrando grandes conversiones que se realizaban con convencimiento y sinceridad. Sin embargo, no carecía del talento para la especulación y la oratoria, muy valorados por los orientales. Pese a todo, era un fervoroso y apasionado defensor de los más débiles, ya que, incluso a edad avanzada actuaba siempre con arrojo y vigor. A pesar de ser un anciano, no cesaba en su labor evangelizadora y en sus viajes, entregando juguetes a los niños, para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos a través de Cristo, la esperanza de la Salvación Eterna.
Finalmente, murió el 6 de diciembre del año 345 en Myra, pero sus restos fueron trasladados a la ciudad italiana de Bari tras ser retirados de Turquía a causa de la conquista musulmana.
Pero, ¿como acabó convertido este santo cristiano en Santa Claus? La teoría más probable indica que todo empezó torno al año 1624. Cuando los inmigrantes holandeses fundaron la ciudad de Nueva Amsterdam, que los ingleses renombrarían como Nueva York. Estos colonos trajeron con ellos sus costumbres, tradiciones y leyendas, entre ellos el de Sinterklaas, su patrono (cuya festividad se celebra en Holanda entre el 5 y el 6 de diciembre).
En 1809, Washington Irving escribió la sátira Historia de Nueva York, en la que deformó el nombre Sinterklaas mediante una tosca pronunciación angloparlante, transformándolo en Santa Claus. Posteriormente, en 1823, el poeta Clement Clarke Moore publicó un poema en el que, basándose en el personaje de Irving, creo el mito de Santa Claus. En esta primera versión se trataba de un individuo enano y delgado, similar a un duende, que regalaba juguetes a los niños en la víspera de Navidad y que viajaba en un trineo tirado por nueve renos, incluyendo a Rudolph.
No fue hasta 1863 cuando Santa Claus adquirió su aspecto actual del gordo y barbudo bonachón, diseñado por el dibujante alemán Thomas Nast para sus tiras navideñas en Harper's Weekly. Allí adquirió su vestimenta y se cree que su creador se basó en las
vestimentas de los obispos de viejas épocas para crear este «San
Nicolás», que en ese momento ya nada tenía que ver con San Nicolás de
Mira. A partir de ese momento, la figura de Santa Claus comenzó a popularizarse y difundirse.
A mediados del siglo XIX, llega Inglaterra y de allí da el salto a Francia, donde se fundió con Bonhomme Noël, el origen de nuestro Papá Noel, de aspecto similar, pero vestido de blanco y dorado. A final del XIX, un anuncio estadounidense de la Lomen Company establece la residencia de Santa Claus en el Polo Norte, popularizando definitivamente a los renos como sus animales de tiro. En 1902, L. Frank Baum escribe el libro infantil The Life and Adventures of Santa Claus, explicando el "origen" de este personaje y relatando el modo mediante el cual gana el título de santo y la inmortalidad. En 1931, la empresa Coca-Cola encarga al pintor Habdon Sundblom remodelar la figura de Santa Claus, popularizando los colores rojo y blanco, así como el mito. Hay que aclarar que es solo una leyenda urbana la creencia de que el
color rojo y blanco de Santa Claus tenga su origen en los anuncios que
la marca Coca-Cola empezó a hacer a partir de 1931. Desde entonces, Santa Claus se ha convertido en un símbolo de la Navidad.
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