jueves, 9 de febrero de 2012

Cuando el viento sopla (1986)

Jimmy T. Murakami, que ya había trabajado en el género de la animación para la televisión y había hecho incursiones en la ciencia ficción, decidió mostrar el potencial de la novela gráfica que Raymond Briggs había creado en 1982. Dicha obra era el reflejo de la situación política y social de la época, en mitad de la Guerra Fría. Recrea la vida de dos jubilados ingleses que viven en el campo, alejados del bullicio de la ciudad y que ven como su tranquilidad se ve alterada por una guerra nuclear que acaba provocando un holocausto atómico.

La película comienza mostrándonos unas escenas reales de movilización de soldados y conflictos bélicos en ciernes, para a continuación ver como eso queda reflejado en los periódicos a través de los ojos de Jim Bloggs, protagonista de la película junto a su esposa Hilda, quien vuelve a casa preocupado por las terribles noticias que ha leido sobre la inminente guerra. A partir de ese momento toda la información recibida sobre el conflicto, estado del mismo y situación política no es otra que la que conocen los dos ancianos a través del periódico y la radio.

El resto de la película nos muestra como Jim y Hilda tratan de prepararse para el conflicto armado y el inminente uso de armamento nuclear. Cuando este llega, la secuencia de la explosión es inenarrable, espantosa y terrible.

Aunque todo lo que sucede tras la bomba alcanza niveles de patetismo y surrealismo que pueden resultar alarmantes, los ancianos tratan de sobreponerse a través de la oscuridad de su desconocimiento y su fe ciega en el gobierno. Se muestran incapaces de ver que el mundo tal y como lo conocían ha finalizado y que ellos son meros supervivientes de una tragedia cuyas consecuencias acabará por quitarles la vida mientras esperan la llegada de un rescate.

La película es cruda, tierna, realista, sensible y antibelicista. Un alegato que nos habla del amor, la paz, la inocencia, la hipocresía de los gobernantes, la muerte y, por supuesto, del horror desatado por un conflicto nuclear y sus terribles consecuencias. Realizada con soberbia maestría nos muestra a dos personajes que te llegan al corazón, Jim y Hilda, y que con su sencilla inocencia tratan de asimilar algo que está más allá de la comprensión humana y del sentido común. Todo ello en una película inolvidable e irrepetible que no necesita de grandes recursos ni grandes actores para transmitir su mensaje.

Jimmy T. Murakami y Raymond Briggs logran con esta película demostrar que se puede hacer animación para adultos. Director y guionista, en una opción arriesgada, no ahorraron esfuerzos ni recursos: la producción y realización del film fue larga y complicada e implicó la participación de un enorme equipo técnico, que se encargó de dibujar a mano las cerca de 200.000 imágenes necesarias para la película. Murakami utilizó técnicas de animación decididamente revolucionarias, que serían adoptadas después en otras producciones. Para dotar a los escenarios de la acción de una cierta perspectiva, hizo construir maquetas en tres dimensiones de la casa dónde transcurre la acción, con paredes desmontables. Estas maquetas fueron filmadas con una càmara especial mediante la técnica llamda stop-motion (fotograma a fotograma), que permitió el seguimiento, enquadramiento y panoramización de los interiores en complicados movimientos de camara, poco habituales en las películas de dibujos animados. Después, los dibujos realizados a mano fueron transformados en diapositivas y proyectados sobre las imágenes obtenidas de la filmación de las maquetas. Este proceso fue filmado de nuevo con una càmara, obteneniendo así las imágenes definitivas.

Algunos de los solistas y grupos de pop y rock más destacados del momento (David Bowie, Roger Waters, Pink Floyd, Génesis) se encargaron de la banda sonora, y los prestigiosos actores John Mijos y Peggy Ascroft (Fernando Rey y Irene Gutiérrez Caba en la versión española del film) pusieron su prodigiosa voz al servicio del matrimonio protagonista. Ni que decir tiene que el doblaje resulta excepcional, con una versión en español que cumple las expectativas y mucho más, logrando que la ternura, inocencia y optimismo de los personajes no se pierdan a través de diálogos mal traducidos o voces planas y sin sentimientos.

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